"Solamente aquél que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado." FRIEDRICH WILHEM NIETZSCHE


jueves, 16 de septiembre de 2010

Cuestión De Cojones


Hace doce años que conservo este artículo en un cajón. Curiosamente, está escrito el día de mi cumpleaños, así a bote pronto... de mi decimosexto cumpleaños. Hoy mientras mi neumonía y yo combatíamos el aburrimiento limpiando papeles viejos, lo he encontrado y me he reído un buen rato. Ya va siendo hora de hacerle un hueco aquí. Espero robaros más de una sonrisa. Que ya casi es viernes.

Recuerdos desde el Norte con cariño,

Un niño triste cualquiera.


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Hace tiempo que mi madre no me da la bronca por abusar del lenguaje soez en esta página, y empiezo a preocuparme. O ella envejece y se acostumbra, o estoy perdiendo facultades y volviéndome lingüisticamente correcto. Por fortuna, todavía llegan cartas de algún lector o lectora inasequibles al desaliento, afeándome mi poca vergüenza. E incluso Nacho Iglesias, el baranda de esta barraca, recibe periódicamente sugerencias para que en El Semanal me echen a la calle de una puta vez. La última es de un señor de Oviedo, por la letra jubilado y por el membrete notario, que me afea el uso e incluso el abuso de la palabra cojones, e incluso sugiere la posibilidad de que yo saque tanto a colación el asunto por algún trauma personal relacionado con mi propia virilidad o, subraya el amable comunicante, mi ausencia de ella. "A ver si es maricón", concluye por si no he captado los circunloquios preliminares.

En fin. Al margen de que yo pueda resultar más o menos maricón, la antedicha carta me viene al pelo para traerles a colación un impreso anónimo que hace tiempo circula por ahí -algún lector ha tenido el detalle de mandármelo-, y que, bajo el título Riqueza del castellano, enumera una exhaustiva relación de las diversas acepciones que en nuestra lengua, la de Quevedo y Cervantes, tienen los atributos masculinos. Y me van a perdonar el notario de Oviedo y mi madre, pero no resisto a glosar el asunto y poner los cojones en su sitio.

Por ejemplo: según confirma con acierto singular el mencionado folleto, el sentido de cojones depende según el numeral que lo acompaña. La unidad significa algo caro o costoso (eso vale un cojón), dos pueden sugerir arrojo o valentía (con dos cojones), tres significa desprecio (me importa tres cojones), y un número elevado suele apuntar dificultad extrema (conseguirlo me costó veinte pares de cojones). Del mismo modo basta un verbo para darle variedad a los significados. Verbigracia: tener puede referirse a valentía (esa tía tiene cojones), pero también censura, admiración o sorpresa (¡tiene cojones!) o perplejidad (¡manda cojones!).

Siguiendo con los verbos, acompañado de poner puede significar reto o aplomo (puso los cojones encima de la mesa), y el verbo tocar implica molestia, hastío o indiferencia (me toca los cojones), vagancia (se toca los cojones) e incluso desafío (anda y tócame los cojones). El término es también acepción de lentitud (viene arrastrando los cojones). Y en cuanto a amenaza, su uso es frecuente (te voy a volar los cojones) e incluso se recurre a ello para describir agresión física (fue y le pateó los cojones).

Los prefijos y sufijos también son importantes de cojones. Por ejemplo, a- significa miedo (acojonado), des- implica regocijo (descojonarse), y -udo implica calidad o perfección (cojonudo). También las preposiciones matizan lo suyo: de alude a éxito (nos fue de cojones) o intensidad (hace un frío de cojones), hasta define ciertos límites (hasta los cojones) y por alude intransigencia (por cojones). También se recurre a ellos como lugar de origen para definir cierto tipo de actitudes intrínsecamente españolas y como origen de voluntad inapelable (porque me sale de los cojones). En cuanto al color, la textura o el tamaño del asunto, los significados son ricos y diversos como la vida misma. Un color violeta define bajas temperaturas (se me quedaron los cojones morados del frío). Posición y tamaño son decisivos, tanto para precisar pachorra o tranquilidad (se pisa los cojones) como coherencia (lleva los cojones en su sitio). Sin que falten referencias cultas o históricas (tiene los cojones como el caballo de Espartero).

Así que ya me dirá usted, señor notario. A ver cuando Shakespeare, o Joyce, o la madre que los parió, en esa jerga onomatopéyica y septentrional que usaban los pastores para llamar a las ovejas, y los piratas para repartirse el botín contando con los dedos, fueron capaces de utilizar, con todo su Oxford, la palabra equivalente con tanta variedad, y tanta riqueza, y tanta prosapia como la usa hasta el más analfabeto de nuestros paisanos. Tres mil años de griego, latín, árabe y castellano respaldan el asunto. Lo que, se mire por donde se mire, es un respaldo lingüístico de cojones.


Arturo Pérez-Reverte
(Patente de Corso 28-04-1998)

4 comentarios:

  1. jajajjajajajajja EXCELENTEEEEEEEEE!!!1 Comencé a leer demasiado seria, y terminé riendo con todas mis ganas.
    Este post si que merece un aplauso de pie, y mis felicitaciones por no ser un día comun...
    Vuelve pronto a respirar bién :)
    Besote

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  2. jajajaja...buenísimo!
    Como diríamos acá... me has hecho reír con cojones!

    Besos,

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  3. Pues has logrado sacar la sonrisa, sí.
    Ainss, no vengo en un tiempo y hoy te encuentro malico ¡vaya!. Cuídate mucho.

    Besos, niño triste.

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  4. jua juas, lo que me he podido reir con esta entrada, ya la leí en face pero esque es muy buena, Un hombre grande y sincero.
    Yo también hablo como me sale de los cojones ;)

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